miércoles, 16 de enero de 2013

La República Cubana. El gobierno de Fulgencio Batista.(II) La caída.


 Desde 1952, Cuba sufría la dictadura de Fulgencio Batista tras un golpe de estado incruento que fue justificado como «revolucionario» y «por el bien de la patria amenazada por la corrupción partidista». Ante la indiferencia casi general de los cubanos, su llegada al poder también fue tolerada por EE.UU.
 Batista, que era un sargento mulato convertido en general y hombre fuerte desde los años treinta, tenía una ideología cercana al populismo. Por eso su primer anuncio fueron viviendas para los más pobres y un aumento general de salarios. En 1940 había sido presidente de Cuba gracias a los votos de la clase media, que apoyó mayoritariamente a su partido, la Coalición Socialista Democrática. Su programa estaba basado en el orden y el gasto público, pero sin ocultar su cercanía al socialismo.

 En 1958, sin embargo, la dictadura estaba a punto de ser derrotada debido a la corrupción, el rechazo popular y la represión descontrolada de la policía. Sin embargo, un motivo sobresalía por encima del resto: el deseo de libertad de los cubanos, cansados de las injusticias de Batista. 
Si a eso unimos la retirada del apoyo estadounidense y la presión guerrillera tendremos el cuadro completo de la caída del régimen en la madrugada del 1 de enero de 1959. 
 Batista, rumbo a Santo Domingo, dejó atrás una república enmarañada y a los pies del Movimiento 26 de Julio. En ese instante, las fuerzas rebeldes ya habían llegado al centro del país, aunque no controlaban las principales capitales de provincia y mucho menos La Habana. Sin embargo, los revolucionarios triunfaron y lo hicieron con el absoluto respaldo de los cubanos, convencidos de que Fidel Castro era el caudillo salvador de Cuba.   La república cubana era presa fácil y periódica del populismo y los políticos «revolucionarios». En 1958, los rebeldes fidelistas no eran los únicos opositores a Batista y tampoco eran los más preparados para tomar el poder. A su lado había organizaciones como el Directorio Revolucionario (de origen universitario) o la Triple A, además de una oposición libre. 

 Sin embargo, la historia oficial de la revolución no reconoce más oposición a Batista que la de Fidel Castro y se esfuerza por ocultar que el comunismo nunca logró más del 3% de los votos en unas elecciones libres. Tampoco asume que la clase media en Cuba había aumentado sus ingresos y calidad de vida desde el fin de la II Guerra Mundial ininterrumpidamente. Sin embargo, junto a esas realidades también había otras menos positivas. Así, en 1955 un informe del Banco Nacional de Cuba afirmaba que el país no podía continuar dependiendo del azúcar para mantener su economía, ni tampoco que el trato comercial favorable de los EE.UU. fuera eterno. Otro informe, en este caso de la Agrupación Católica Universitaria, señalaba en 1957: «La ciudad de La Habana está viviendo una época de extraordinaria prosperidad mientras que en el campo se están dando condiciones de estancamiento, miseria y desesperación difíciles de creer» y denunciaba el alto analfabetismo en las zonas rurales, así como la falta de asistencia médica primaria. Ambas realidades fueron aprovechadas por Fidel Castro para respaldar su revolución.

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